Sábado 9 de mayo de 2015
Pasaron varios días sin escribir, y muchas cosas en esos
días. Mi psicóloga me ha dicho alguna vez que de una semana a otra pasan
muchísimas cosas en mi vida y la verdad que tiene tanta razón. Yo quisiera que pasaran
un poco menos.
Fui a lo del Dr.
G, el gastroenterólogo recomendado por Tatti, y me transmitió seguridad.
Si bien a mi gusto no me dejo hablar demasiado para explayarme en mis
molestias, parecía que la tenía muy clara de antemano con lo que le iba a decir
y se adelantaba él a hablarme. César dice que no fue así, tal vez sólo una
sensación mía. La cuestión es que me dijo que probablemente sean malestares
producto de los rayos, como me lo habían dicho ya los otros médicos, y me mando
a hacer una colonoscopiaaaaaaaaaa!!!!! Sí, nuevamente una colonoscopia. Obviamente
que no le dije ni a y acaté sus órdenes ya que era necesario tener ese estudio
para saber exactamente qué es lo que pasaba dentro de mi pancita, y luego poder
medicar con un diagnóstico claro.
La colonoscopia es uno de los estudios más invasivos que me
han hecho en la etapa del diagnóstico de cáncer. Pase por varios horribles, incómodos,
vergonzosos, pero este creo que era el peor. Se trata de tomar 4 litros de
laxante. Sí, 4 litros, como lo lees. Eso para prepararse para realizar el estudio.
Nunca tome un líquido tan inmundo como ese, totalmente
vomitivo, no quería volver a pasar por lo mismo. Así que fui decidida a sacar
el turno y a decirle al señorito que me atendía que de ninguna manera iba a
tomar esa asquerosidad, me puse firme, le dije que no lo toleraba y que iba a
tener que conseguir la manera que pueda realizar el estudio con otro tipo de
laxante que son sólo dos vasos separados por varias horas. Me sentía orgullosa de
pelear por mis necesidades, por respetarme y no dejar que otro decida sobre mí,
parece que la terapia va haciendo su efecto. El muchacho intento convencerme,
pero como yo no cedí ni un milímetro, me dijo que estaba la posibilidad de
hacerlo en el horario de la mañana con un médico que sí aceptaba este otro tipo
de preparación.
¿Me queres decir por qué no me lo ofreció antes? Solo Dios sabrá.
La cosa es que me prepare con el de los sobrecitos, son dos que se diluyen en
dos veces en medio vaso de agua. Tome sólo uno y me alcanzó y me sobró para
saber que el siguiente no lo tomaría. Me descompuso demasiado y además, yo
vengo casi sin comer estos últimos días, así que no había mucho más para limpiar
que lo que ya había salido. Asqueroso pero es así, todo lo que me tocó a lo
largo de este tiempo es así. Fui a Medicus con la mitad de la preparación hecha
pero en ningún momento se los blanquee.
Yo sabía que iban a poder hacerme el estudio igual, así que me quede
calladita con mi secretito.
Me llaman, paso. Entro y me ponen en un box
separado por cortinas con el vecino que esta por el mismo temita, me hacen
sacar toda la ropa, y me dan una bata para ponerte, por suerte esta bata era de
tela, gruesa, más linda que esos azules de papel que son incómodos, transparentes
y horribles. Esta tenía un poquito más de nivel, me subía un poquito el
autoestima en ese momento que te sentís una rata a punto de ser examinada. Paso
al baño, hago mi último intento, dejo mi ropa en el placarcito, lo cierro y
adentrooooo, que Dios te ayude.
Entro a una sala con 5 personas alrededor, tres hombres, dos
mujeres. Les muestro el estudio que ya me hice hace exactamente un año atrás
con ellos. Les cuento porque estoy ahí y no hay médico que no se compadezca de
mi caso. Y sí, es raro. Y triste. Hasta los médicos más grosos y curtidos
tienen corazón. 29 años, una bebe de 1 año y medio, y saliendo de un cáncer,
con secuelas molestas del tratamiento. Pobre mina. Me acuestan en la camilla y
la anestesista comienza a buscarme una vena para colocar la anestesia. Yo
empiezo a llorar, no lo puedo manejar y tampoco intento reprimirlo. Sé que
tengo que dejar salir la angustia y la verdad que este tipo de exámenes me
ponen mal, me dan rabia, asco, impotencia. La anestesista muy amable me dijo
que llore tranquila, que era lógico que este angustiada, así que seguí sin
reprimir ni una lagrimita.
Siempre se les complica encontrarme una buena vena para
pinchar, parece que las tengo finitas y profundas, ¿será que se esconden para
defenderme de tanta agresión? Después de varios intentos logró encontrar la
indicada para pasar el sedante. En ese momento te dicen: “bueno, ahora ponete
de costadito y cerrá los ojitos”. Como diciéndote “ponete de costadito,
relájate, que en un ratito te rompo el culito”.
Gracias a Dios te anestesian y uno ni se entera de lo que te
hacen. Ya estoy más allá del bien y del mal así que si me van a hacer cosas
horribles, por lo menos, que sea dormida. Me desperté ya de vuelta en el box de
las cortinitas. Ni bien abro los ojos pido por César, me da tranquilidad
tenerlo cerca, así que lo llamaron y ahí vino, mi guardaespaldas. Firme como
siempre. En eso nos traen el resultado del estudio, lo abrimos y chan. Dice que
tengo una úlcera y que además me sacaron una muestra para biopsia. Nerviosa sin
saber qué significaba bien cada cosa, le pedí a la enfermera que por favor
llamara al médico para que me explique. No tuve suerte y vino la anestesista
que ya le había tocado el corazón, a explicarme que ellos no podían decirme cómo
seguir, que llame al gastroenterólogo y le pida indicaciones a él.
Me trajeron el desayuno. Me tomé sólo el té porque no quería
tentar a la suerte comiendo ya que tenía que viajar. Me cambie y salimos de Medicus
directo al bar de enfrente para que César coma algo y poder llamar tranquilos
al médico. El Doctor me pidió que le envié por whatsapp las fotos de la úlcera
y el informe. Se los pase y al rato me llamo para decirme que me quede
tranquila, que no era nada raro, que vaya el miércoles siguiente a verlo y
veíamos como seguir. ¿Tranquila? Lo dudo, haré lo que pueda.
Mañana es mi cumpleaños, llegaron los 30, y cargaditos de
situaciones nuevas. Decidí no festejar de noche, no tengo ánimo y no voy a
forzarme a hacer algo que no tengo ganas. Así que invite a todos a venir mañana
a casa a la tarde a tomar algo y comer cosas ricas, pero tranqui. Hace unos
días sentía la obligación de festejar más
a lo grande ya que el año había sido difícil y tenía que festejar que estaba
viva después de todo lo que pase. Además eran los 30. Pero la psicóloga me hizo
entender que aún no era un año “especial”, que yo aún me sentía mal y no tenía por
qué festejar si así no lo sentía. Tal vez el año próximo si sea el especial,
ojalá.